Carlos Martínez Assad
A Ian, por compartir sus saberes
Al comienzo del año escribí en Proceso sobre el inicio de una nueva Guerra Fría debido a la tensión entre Rusia y Ucrania. Aludía a la división política del mundo durante varias décadas. La polarización ahora es entre Europa y Rusia, pero se trata de un juego en el que Estados Unidos tiene la palabra definitiva. Lo que no imaginé es que no se convertiría en una guerra convencional entre dos países, sino en la guerra de todos los países occidentales contra Rusia. Ucrania suscitó una unanimidad que no recuerdo se hubiera alcanzado.
La lamentable invasión de Estados Unidos a Irak en 2003, lejos de provocar la protesta por lo descabellado de una guerra que pronto provocaría más de 1 millón de muertos, cientos de miles de heridos y mutilados, millones de desplazados y de refugiados en otros países, fue apoyada por Inglaterra, Alemania, España y otros países, que ahora condenan la incursión de Rusia en Ucrania cuyos daños hasta ahora noson comparables.
Ninguna acción de guerra es justificable, pero resulta extraña la unanimidad suscitada con el liderazgo de Estados Unidos, cuyo presidente, Joe Biden, recurre así a la distracción sobre su incapacidad para gobernar su país. Su injerencia en otros países ha sido demostrada por los desastres que ha dejado en Irak y en Afganistán, pero están además las sanciones con graves consecuencias sociales. Lo ha hecho en más de 115 ocasiones (1918-1998), 64 ocurrieron en la década de 1990. Y sólo en 1997 la mitad de la población mundial sufrió sus sanciones (Hélene Richard y Anne Cécile Robert, Le Monde Diplomatique, marzo de 2022). Están también los embargos comerciales a Kuwait, Siria y Líbano sin importar la hambruna y las muertes.
¿Qué había sucedido antes del 24 de febrero cuando Rusia avanzó sobre Ucrania? En 1991 se disolvió la Unión Soviética. Desde 1997 la OTAN dio ingreso a varios países de Europa del Este y de la antigua Unión Soviética. Entonces George Kenan, el prestigiado diplomático que contribuyó a la distensión de Estados Unidos y Rusia, expresó: “La ampliación de la OTAN es el error más fatal de la política exterior estadounidense desde el final de la Guerra Fría”.
En 2014 en Minsk, la capital de Bielorrusia, se firmó el protocolo para aliviar la tensión en el este de Ucrania y cesar sus ataques en Donetsk y Luganks, una guerra que alcanzaba 10 mil víctimas. En 2015 se reactivó Minsk con las firmas de Alemania, Francia, Rusia y Ucrania, pero la paz nunca logró establecerse del todo y en la zona de Donbás los combates continuaron. El 22 de febrero Rusia reconoció la independencia de esas regiones, que había alentado. El presidente Volodímir Zelensky criticó a los aliados occidentales por dejar sola a Ucrania porque no quiere perder esas regiones, aunque no consiguió la paz.
Rusia ya había pedido a la OTAN frenar su expansión hacia el este, retirar las tropas occidentales de los nuevos países y repatriar las armas nucleares desplegadas. Sucedió lo contrario, porque se intensificó la cooperación técnico-militar con Ucrania. Obviamente se auspiciaba su ingreso y la posible instalación debases nucleares de los países occidentales y de Estados Unidos. El objetivo fue cercar a Rusia y Putin utilizó la imagen de que para Rusia era lo mismo a que si Rusia colocara bases en México. Algo que permitía recordar la crisis de los misiles en 1962, cuando intentó establecer bases en Cuba.
La crisis ha favorecido a Ucrania abriéndole las puertas de la OTAN, pese al compromiso previo de Estados Unidos de evitarlo, y también podrá acceder a la Unión Europea. La situación se revierte cuando Ucrania aparece como la beneficiaria de la incursión rusa. ¿Por qué lo que parecía una estrategia de Rusia con fines no explícitos se vuelve en su contra y es vapuleada por los países occidentales que permiten dar de nuevo un lugar hegemónico a Estados Unidos como líder de occidente?
Rusia es condenada por todos. Biden afirma altanero que Putin será castigado por su agresión. El jefe de la OTAN lo acusa de destrozar la paz en Europa. Los países coinciden en criticarla de la manera más extrema. Por arte de magia surgen los recursos negados para paliar las crisis humanitarias y Ucrania recibe millones de euros para comprar armas de alto poder y hasta metralletas distribuidas entre milicias civiles.
Europa y otros países parecen no tener memoria al unirse a la narrativa unánime con una sola perspectiva, la de la voz oficial para no solamente doblegar a Rusia sino para humillarla. Y llega la sanción más severa desde la globalidad que permite, con el uso del swift, privar al país de sus reservas monetarias, impidiendo la utilización de 640 billones de dólares congelados de la Banca Central. Cerrados para los rusos los bancos de Nueva York, Londres y hasta de Suiza, contraviniendo la neutralidad política que ha mantenido incluso en la Segunda Guerra Mundial. Se han congelado 268 billones de dólares a empresas privadas en bancos rusos de moneda extranjera, lo mismo que 400 billones de dólares invertidos en Rusia. Los ciudadanos no pueden disponer de su efectivo de 12 billones de euros y deben hacer filas infinitas para lograr algo de sus propios ahorros. Se apuesta a que el rublo colapse -ya ha caído varios puntos y la recesión provoque la desconfianza y hasta una sublevación como las diseñadas por Estados Unidos para hacer caer gobiernos en otros países.
La guerra económica la está perdiendo Rusia y es además humillada con numerosas acciones. La unanimidad se expresó en la ONU cuando al hablar el canciller ruso, Serguei Lavrov, la sala fue abandonada por 100 delegaciones, privándose de escuchar otra argumentación. Para qué, si su juicio ya ha sido dictado. Zelensky logra también el apoyo mayoritario del Parlamento Europeo para el ingreso de Ucrania a la Unión Europea porque “estamos peleando por la libertad que ustedes tienen”.
Hay que acabar con Rusia y no importa si se dejan de lado las tradiciones y las formas de actuar respecto a otros, y el Tribunal de la Haya se dispone ya a enjuiciarla por los crímenes de guerra, cuando denuncias de otras naciones se han desdeñado por años. La FIFA, rompiendo lo que la mantenía por encima de la política, ha privado a Rusia de todas sus competencias. Lo mismo han hecho otras organizaciones supuestamente deportivas. Además, Apple ha decidido no vender sus productos en Rusia. Empresas cinematográficas no exhibirán sus cintas. El Festival de Cannes ha anunciado que no aceptará la participación de producciones rusas. En el extremo se está induciendo la prohibición para comprar insumos y productos científicos. Y pese a la postura de México respecto a la no intervención, ha suspendido la vacuna Sputnik que se estaba aplicando. Pero eso no es todo, porque la humillación debe sufrirla el mismo Putin y, aunque mueve a risa, la Organización Internacional de Taekwondo le retiró su cinta negra.
Todo esto parece un programa de la añeja serie televisiva La Dimensión Desconocida, porque ya solamente se habla una lengua y nadie escucha otra. En el pasado se conocían diferentes opiniones, había argumentos, diversas posiciones y ahora con el conflicto en ciernes se escucha siempre la misma voz. Sólo falta ver si Rusia acepta la condición que se le está imponiendo porque su respuesta puede cambiar el rumbo de la historia.
*Publicado en Revista Proceso, núm. 2366, el 6 de marzo de 2022