Caricaturas de Mahoma y valores del liberalismo*

Aunque, en un contexto internacional diferente, se realiza ahora el juicio contra algunos de los participantes en el atentado contra el semanario francés Charlie Hebdo del 7 de enero de 2015, cuando los hermanos Cherif y Said Kouachi ingresaron a sus instalaciones, encolerizados por la publicación de caricaturas sobre Mahoma, y asesinaron a 12 personas, incluido un policía afuera del edificio. El mismo día, en otro lugar de París, cercanos a los terroristas asesinaron a varios clientes de un establecimiento de comida judía. Ahora los l4 cómplices de los atacantes, tres de ellos ausentes, son llevados a un juicio que se extenderá de septiembre a noviembre de 2020 podrá arrojarles penas de entre 10 años de cárcel y cadena perpetua.

Francia se considera una de las naciones europeas más abiertas a la pluralidad religiosa; incluso el controvertido Régis Debray propuso hace años que en las escuelas debía impartirse la enseñanza de la historia de las religiones. Ahora, en una encuesta reciente de la Fundación Jean Jaurés, 59% de los franceses consideraron que fue correcta la decisión de publicar las caricaturas de Mahoma, mientras los musulmanes de varios países continúan pensando el asunto como algo ofensivo. Y el filósofo Salavoj Zizek, luego de condenar la acción terrorista, trató de ir más allá: “Si los llamados fundamentalistas en verdad creyeran que han encontrado su propio camino hacia la verdad, ¿por qué tendrían que sentirse amenazados por los no creyentes, por qué tendrían que envidiarlos?”. Y en última instancia consideran tan endeble su creencia que le temen a unas caricaturas.

La acción que acabó con la vida de tantas personas fue la respuesta más condenable de otras que comenzaron tiempo atrás. Diez años antes, el 30 de septiembre de 2005, un diario conservador de Dinamarca, el Jyllands-Posten, publicó 12 cartones en los que se asociaba la figura del profeta con el terrorismo. Megazinet, una revista cristiana de Noruega, volvió a publicarlas el 10 de enero de 2006. Las primeras reacciones de los musulmanes no fueron divulgadas, aunque varios diarios locales las dieron a conocer, pero en 2006 las manifestaciones fueron más aparatosas cuando musulmanes enardecidos incendiaron las embajadas de Dinamarca en Damasco y en Beirut, hechos que alcanzaron al barrio cristiano de Achrafieh, donde incluso fue agredida la catedral maronita de San Jorge.

Las protestas se extendieron a las embajadas de Suecia, Francia, Inglaterra, Austria de la Unión Europea en El Cairo, Teherán, Naplusa, Gaza, Yakarta, Estambul Afganistán, donde incluso se provocó la muerte de una decena de personas; la ola de protestas envolvió a países de mayoría musulmana, como Irak y Pakistán, pero también a las ciudades europeas donde viven grupos islámicos y no sólo las capitales como París, Berlín y Londres, sino también poblados pequeños.

El 26 de enero de ese año Arabia Saudita llamó a su embajador en Dinamarca, medida en la que le siguió Libia. En las primeras dos semanas de febrero del mismo 2006 las caricaturas fueron reproducidas en algunos diarios europeos. Las manifestaciones continuaron con fuerza, lo cual hizo reaccionar a gobiernos como el inglés y el francés, que hubieron de lamentar públicamente la publicación de las viñetas. Pero sólo Noruega Dinamarca enviaron notas diplomáticas de protesta a Irán y Siria. El 11 de febrero el gobierno danés llamó a sus embajadores en esos países, incluido el de Indonesia, por razones de seguridad. El entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan, respondió a la pregunta de un periodista: “Honestamente no comprendo por qué los diarios publicaron esos dibujos ahora”, y consideraba el asunto “insensible, agresivo y provocador. Miren lo que ha pasado en el mundo”, para concluir: “Fue echarle aceite al fuego”.

El asunto resultó tan preocupante que aún Javier Solana, entonces Alto Representante para la Política Exterior y de Seguridad de la Unión Europea, aprovechando la presencia de todos los jefes árabes en la reunión de la Organización de la Conferencia Islámica en Riad, el 11 de febrero, reiteró el respeto de los europeos por el islam y lamentó que los sentimientos musulmanes hubieran sido heridos.

Aunque la cuestión ha dado origen a un debate sobre la esencia del liberalismo y de los valores republicanos, alude a la observancia del respeto y la tolerancia entre ideologías que se distancian en lugar de aproximarse. La avalancha de información que se produjo no consideraba dos cuestiones de primordial importancia: a) la explícita negativa del islam a la representación de sus figuras religiosas en una herencia directa del judaísmo, negando el mismo concepto. Algo difícil de entender de parte de la cultura cristiana, profusa en imágenes religiosas; y b) los valores de identidad de los musulmanes en tomo a lo religioso y, particularmente, al tratamiento del profeta Mahoma, llegando al extremo de que en algún momento se consideró ofensivo que les llamaran mahometanos por no tener el derecho de designarse con el gentilicio de su figura más sagrada.

Tuvo particular incidencia en el asunto la globalización de los medios de información, cuyos mensajes pueden llegar con rapidez, además de los diarios, por medios electrónicos a los lugares más recónditos de la Tierra. Pierre Collignon, el responsable de la edición dominical del cotidiano danés Jyllands-Posten, explicó lo sucedido hasta la primera semana de febrero, casi cuatro meses después de la publicación de las imágenes del profeta. Atribuyó a la “gran tradición satírica del país” demostrar que hasta Mahoma podía ser satirizado. La redacción no pensó en las consecuencias de representarlo con un turbante que se convierte en bomba de donde salen los terroristas que asedian al mundo, según él inspirados por la religiosidad del fundador del islam. El autor de las viñetas dijo textualmente que estuvo inspirado en el terrorismo que “obtiene sus municiones espirituales del islam”. No había una intención inocente en tal interpretación política, en coincidencia con la versión divulgada por los grupos de extrema derecha, que ha encabezado Estados Unidos, que no se cansa de llamar terroristas a todos los que piensan de otra manera.

La reacción había comenzado de inmediato en Dinamarca, donde el diario solamente en la primera semana recibió cientos de cartas de protesta. Incluso llamó a un imán para reclamar en tono muy fuerte que musulmanes moderados y, sobre todo, laicos desautorizaron o cuando menos expresaron que no los representaba. ¿No podía haberse detenido el asunto en septiembre de 2005 y dejar de atizar el fuego volviendo a publicar los dibujos? Collignon se excusó; aceptó tener más claro hasta febrero de 2006 la necesidad del respeto a las creencias religiosas y lamentó no haber previsto que los dibujos resultaran tan ofensivos para los creyentes del islam.

Lo dicho por el periodista es significativo no solamente por las excusas ante tamañas reacciones, sino porque desde el diario “subestimaron la globalización por la divulgación que tuvieron las viñetas”. Tiempo después se dio una controversia semejante en torno al caricaturista sueco Lars Vilks, luego de hacer aparecer en varios diarios una caricatura de Mahoma con cuerpo de perro: fue amenazado por Al Qaeda por medio de la red, donde ofreció 100 mil dólares por su cabeza el 15 de septiembre de 2007. El artista se justificó alegando que no puede haber una excepción y “la religión musulmana no puede quedar protegida de la crítica y la sátira”. Por lo mismo ambos caricaturistas tienen sendas fatuas sobre sus cabezas.

Como secuela de la controversia, en 2011 en las instalaciones de Charlie Hebdo radicales islámicos provocaron un incendio, una señal muy grave que no se tomó en cuenta. El asunto no concluyó y las consecuencias de la publicación de las caricaturas alcanzaron al 7 de enero de 2015, cuando los hermanos Kouachi ingresaron al semanario satírico, buscando inicialmente al caricaturista Renal Luzier, el creador de las viñetas que el semanario había venido publicando; no lo encontraron así que realizaron una masacre de las personas que encontraron a su paso. Era increíble, de nuevo unas caricaturas del profeta Mahoma que el semanario se animó a publicar pese a todos los antecedentes -porque varias veces el caricaturista recurrió al mismo tema-, siguió haciéndolo pese a las reacciones que provocaba.

El ambiente en Europa era de por sí tenso. La guerra en Irak estaba en su peor momento y Al Qaeda, junto con otras organizaciones terroristas, ocupaba el espacio público. Otros ejemplos ocurrieron: el 2 de noviembre de 2004 fue asesinado en Amsterdam el cineasta holandés Teo Van Gogh, por haber filmado Submission Part 1, contra la opresión femenina, que mostraba a una mujer desnuda en cuyo cuerpo aparecían tatuadas frases del Corán. Gran escándalo provocó también el video Fitna (Caos), que mostraba al Corán como un texto que incita al “mal y a la destrucción”, apoyándose en las duras imágenes de los atentados del 11 de septiembre en Nueva York, el 11 de marzo en Madrid y el 7 de julio en Londres. Wilders, líder de la derecha, declaró que el libro sagrado debía destruirse por “fascista” y llegó a compararlo con Mi lucha, de Hitler.

La cuestión a plantear aquí es: ¿por qué desde el Occidente de valores liberales se continúa pensando que no puede haber cortapisas a la libertad de expresión, aun cuando ésta dé lugar al despliegue de la intolerancia desde ángulos diferentes y aún más, instigue a acciones que no debían ser llevadas a cabo? Sin embargo, no hay certeza que se aplique de la misma forma respecto a todos los problemas. Yamal Jashogui, director del periódico saudita Al Watan, fue despedido en 2003 por publicar una viñeta con la caricatura de un terrorista suicida con una ristra de cartuchos de dinamita amarrados a la cintura en uno de los cuales se leía “fatua”. En ese caso no se refería al profeta y, en cambio, se critica la confusión de lo religioso con una acción terrorista y se hacía desde el interior de un país islámico.

En nuestro tiempo y observando lo que ha sucedido en el mundo musulmán, debe quedar clara la distancia que existe entre alguien que profesa la religión y un terrorista. Aunque no puede atribuirse a quienes profesan la fe el fomento del terrorismo, la correlación tiende a fomentarse. En el fondo desde hace mucho tiempo los valores del islam se han considerado en Occidente con cierto desprecio; Hernán Cortés llamó mezquitas a las pirámides -centros ceremoniales en México, al no encontrar otro parangón más alejado del cristianismo. Para Lutero, la expansión del islam fue considerada un castigo contra los pecados de los cristianos y Dante puso a Mahoma en el infierno.

Los perpetradores de actos semejantes al del atentado contra Charlie Hebdo no pueden dejar de ser juzgados. Pero tampoco podemos continuar emplazados en los mismos parámetros del pasado para emprender la discusión sobre el estado actual de las democracias, el sentido de las creencias religiosas y el respeto a los demás aun cuando piensen diferente. Los valores del liberalismo deben revisarse a la luz de las nuevas manifestaciones que están teniendo lugar donde ya ni siquiera los movimientos sociales de nuestro tiempo son los que consideramos nos harían cambiar el mundo -¡claro!- por uno mejor.

*Columna publicada el 27 de septiembre en la revista Proceso

Administrador

Seminario Universitario de Culturas del Medio Oriente Universidad Nacional Autónoma de México

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