Esther Shabot Askenazi*
Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior el 2 de octubre de 2017
En el referéndum celebrado en la zona kurda de Irak el lunes pasado, la inmensa mayoría de los participantes –92%– votó por el “sí”. Esto supone que existe entre la población kurdo-iraquí un consenso indiscutible de transitar de la autonomía regional en la que ahora vive, a una independencia total que signifique su secesión de Irak.
Desde que el referéndum fue convocado hace meses por Masoud Barzani, presidente del Gobierno Regional de Kurdistán (KRG), aparecieron las amenazas de quienes no aprobaban de ninguna manera el paso que se pretendía dar.
Todo esto parecería indicar que no existe mucho futuro en el proyecto independentista del Kurdistán iraquí. Sin embargo, hay realidades que podrían dificultar el cumplimiento de las amenazas que hoy se ciernen sobre el KGR. Por ejemplo, más de cuatro mil compañías turcas tienen importantes negocios en la zona kurdo-iraquí valuadas en nueve mil millones de dólares, por lo que las pretendidas sanciones comerciales dañarían simultáneamente a la economía turca.
Específicamente, los gobiernos de Irak, Turquía e Irán, advirtieron de su decisión de proceder a acciones drásticas para impedir avances en la independencia kurdo-iraquí. Estados Unidos, por su parte, instó al KRG a posponer el referéndum hasta el próximo año, debido a cálculos relacionados con la situación geoestratégica en la región, mientras que Rusia también manifestó su oposición por temer que pudiera influir negativamente en la recomposición del Estado sirio, proceso que hoy controla Moscú junto con sus aliados. Israel fue el único país de la región que apoyó al referéndum kurdo mediante una declaración en ese sentido.
Ahora que triunfó el “sí” en la consulta popular, empiezan a presentarse los movimientos de sus opositores para tratar de detener la dinámica que conduciría a la independencia. A pesar de que Barzani ha declarado que desea negociar los pasos a dar con el gobierno central iraquí, éste ya prohibió la llegada y salida de vuelos internacionales a y desde los dos aeropuertos que funcionan en zona kurda. Por su parte, Turquía e Irán, quienes temen que el independentismo se contagie a sus respectivas poblaciones kurdas que suman muchos millones, anuncian sanciones de distinto tipo.
La semana pasada, Ankara realizó ejercicios militares en la frontera con el Kurdistán iraquí, al tiempo que el presidente turco Erdogan declaraba amenazante: “…tan pronto como empecemos a implementar sanciones, quedarán paralizados… en cuanto cerremos la válvula del oleoducto (que transporta al petróleo producido en la zona kurda), se acabará todo… cuando los camiones dejen de transportar mercancías al norte de Irak, se quedarán sin comida y ropa”. Y acerca de la posibilidad de intervención militar turca, el ministro de relaciones exteriores de Ankara ha declarado que ello se llevaría a cabo en caso de que el gobierno de Bagdad se lo solicitara o si la comunidad turcomana de Irak es puesta en riesgo. Irán, por su parte, también ha lanzado amenazas diversas al KGR.
Todo esto parecería indicar que no existe mucho futuro en el proyecto independentista del Kurdistán iraquí. Sin embargo, hay realidades que podrían dificultar el cumplimiento de las amenazas que hoy se ciernen sobre el KGR. Por ejemplo, más de cuatro mil compañías turcas tienen importantes negocios en la zona kurdo-iraquí valuadas en nueve mil millones de dólares, por lo que las pretendidas sanciones comerciales dañarían simultáneamente a la economía turca. Y además, existe una fuerte rivalidad entre Turquía e Irán, lo cual podría jugar a favor de Barzani. Al parecer, ni Ankara ni Teherán están dispuestos a salirse totalmente de los acuerdos y negocios que han tenido con los kurdos de Irak por temor a que el vacío que se produzca sea llenado por su rival.
Otro factor adicional a tomar en cuenta es que aunque Estados Unidos discrepó en cuanto a la celebración del referéndum, cabe esperar que no esté dispuesto a aceptar un colapso del KRG, debido a que desde la primera Guerra del Golfo en 1990 Washington fue factor clave para la creación de la zona autonómica kurda, además de que los combatientes kurdos peshmergas han sido la fuerza terrestre que más ha contribuido en la lucha contra las huestes del Estado Islámico.
Así que ante la complejidad del panorama que ofrece la región, es imposible a estas alturas pronosticar lo que está por venir.
*Esther Shabot Askenazi es licenciada en Sociología de la UNAM (1980, México), con estudios de maestría en Sociología en la UNAM y con especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana (1982-1985). Miembro del Consejo Asesor del Seminario Universitario de Culturas del Medio Oriente