Dos guerras, dos destinos: Ucrania y Afganistán

Coinciden en el tiempo esas dos guerras, una de alarde y mal uso de la enorme riqueza de este mundo, y otra que demuestra las carencias que viven muchos países. Ambas con destinos imposibles de definir.

Carlos Martínez Assad

Los líderes del mundo están muy ocupados decidiendo el destino de la guerra Rusia-Ucrania, en particular los países occidentales empeñados en mantener un conflicto que les aporte las ganancias de la producción de armamento de muy alto poder. Y si de paso pueden poner obstáculos al desarrollo de un país que disputa la hegemonía internacional, mejor todavía.

Y a lo que parece un impasse se sumaron ahora dos asuntos por demás importantes: primero, la sospechosa muerte de Evguéni Prigozhin, cuando el 24 de agosto último se desplomó el avión en el que viajaba. El jefe mercenario de Wagner iba acompañado por Dimitry Utkin, también fundador de esa organización, además de otros correligionarios. Reconocido por su participación en diferentes guerras, de acuerdo con su oficio, sin mayor compromiso que los recursos que le ofrecieran, por ejemplo, el grupo paramilitar que comandaba fue definitivo para erradicar al terrorista Ejército islámico de Siria, aunque por “su” trabajo se convirtió en empresario involucrado en varios negocios.

Sin embargo, lo más importante de Wagner fue su cercana relación con el presidente Vladimir Putin hasta que algo sucedió en las filas del ejército ruso, al que criticó por lo dilatado de sus acciones en la guerra, llegando incluso a mencionarse un posible motín o ruptura en su interior.

El presidente Putin montó en cólera cuestionando la lealtad del grupo Wagner y no se sabe mucho de lo ocurrido, debido a la dificultad de consultar fuentes más cercanas y por lo general tener que hacer los análisis con la información de los medios occidentales a los que se tiene alcance, siempre sesgado.

La relación de Prigozhin con el ejército debió ser buena y, de acuerdo con su organización, se sabe que el armamento que la milicia usaba en Siria era transportado por el Ministerio de Defensa ruso, de acuerdo con altas esferas de decisión de Rusia.

Por lo tanto, la crítica y posible rebelión del grupo Wagner cayó muy mal en las esferas militares y en el mismo presidente que exige lealtad. Después de los problemas del verano, vinculado con un incremento de las acciones en el frente ucraniano, resultó que apenas pudo verse una reprimenda contra Prigozhin y no su destitución o posible encarcelamiento.

De ahí que la opinión internacional insinúe que lo ocurrido no fue un accidente, aunque será difícil saber con exactitud lo ocurrido en el avión en el que viajaba. Ahora habrá que esperar para ver lo que sucederá con el grupo Wagner, si encontrará nuevo jefe o simplemente desaparecerá.

El otro asunto que ha llamado la atención, y coincide con ese “accidente”, fue la revelación de la responsabilidad de Ucrania en el bombardeo del estratégico puente Kerch que une a Rusia con la península de Crimea, en una primera acción en octubre de 2022 y otra en julio de este año de 2023.

Atribuido a Rusia, con el fin de fabricar argumentos para atacar Ucrania, se mantuvo oculto; para ello se usaron drones marinos con tecnología de punta. Luego, versiones semejantes la culparon igualmente de actos terroristas contra la central nuclear de Zaporiyia, la más grande de Europa, en el sureste de Ucrania, que no ha sido demostrada.

No cabe duda del empoderamiento en el plano informativo mundial de los ucranios, si el mismo Vasil Maliuk, jefe de los Servicios de Seguridad de Ucrania, se encargó de dar a conocer su participación en algo que mostraba que habían penetrado la defensa rusa.

Sin embargo, más que interpretar la estrategia militar, quiero insistir en que la prolongación de la guerra es responsabilidad de la OTAN y los países aliados que operan al unísono contra Rusia por la defensa de sus propios intereses. De qué otra manera puede interpretarse la concesión de los disputados aviones F-16 para fortalecer el escudo aéreo en una operación concertada en Países Bajos, autorizados por Estados Unidos y Dinamarca.

La guerra Rusia-Ucrania con la singularidad de que, pese a ella, los contendientes llegan a acuerdos para distribuir los productos agrícolas que requieren diferentes países e indispensables para los de Medio Oriente. Además, el presidente ucranio hace visitas de Estado a diferentes países, hace su aparición virtual en festivales y asambleas, convertido en un showman de alcances internacionales.

Al mismo tiempo, otra guerra tiene lugar en Afganistán, con contendientes pobres y sin los recursos monetarios para la compra de las armas como en Ucrania. El problema es que resulta falso el humanismo que los países occidentales enarbolan como ideología, y no hay intención alguna de mirar lo que está sucediendo más allá de las fronteras de sus intereses. Cuando salió Estados Unidos hace dos años de ese país escribí sobre lo que se avecinaba: “¿Qué ha cambiado en dos décadas respecto de la fuerza del Talibán, supuestamente reducida con la presencia de Estados Unidos en ese país? Todo parece indicar que muy poco, si mientras se realiza ese retiro la guerrilla que sembró el terror en el país ha regresado por sus antiguos fueros desde que fue gobierno en 1996.

“Entonces las mujeres no podían salir solas a las calles, se les obligaba desde niñas a usar la burka, el velo que cubre todo el cuerpo; los varones debían dejarse crecer la barda y la música estaba prohibida. Pese a los cambios ocurridos desde entonces, existe un enorme temor de que los talibanes vuelvan por sus antiguos fueros…”

La pesadilla que ha sido el Talibán se repite cuando en agosto de 2023 Afganistán se enfrenta a sus arcaísmos con todo lo que ha traído para los afganos y, en particular, para sus mujeres.

Se trata entonces de una guerra interna con contendientes más desiguales, sin que se avizore un ganador. Todos sumidos en la pobreza que coloca a su país entre los dos más pobres del planeta, donde 24 millones de personas requieren socorro humanitario, más de dos millones han sido desplazadas en los últimos dos años. Por lo demás, cinco millones 700 mil personas se encuentran en países como Irán y Pakistán, huyendo de la violencia y violación de los derechos humanos.

Coinciden en el tiempo esas dos guerras, una de alarde y mal uso de la enorme riqueza de este mundo y otra que demuestra las carencias que viven muchos países. Ambas con destinos imposibles de definir.

Administrador

Seminario Universitario de Culturas del Medio Oriente Universidad Nacional Autónoma de México

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