Los libaneses no quieren la guerra

Los líbaneses no quieren la guerra

Carlos Martínez Assad

Hace un año el asesor estadunidense Amos Hochstein logró el acuerdo entre Líbano e Israel para establecer sus fronteras marítimas en el Mediterráneo Oriental. Las partes acordaron algunos puntos, entre ellos la promesa de acceso a los yacimientos de hidrocarburos. Sin embargo, en aquel país todo se dificulta por la crisis endémica que padece y por la ausencia de un gobierno estable debido a la incapacidad de sus fuerzas políticas para organizarse.

Un año después todo sigue igual, salvo que Israel está ya trabajando en la zona, enfrentando la guerra con Gaza que agudiza aún más los problemas internos de Líbano por el involucramiento de Hezbolá, la fuerza militar que establece otro frente para Israel.

En Beirut, en la primera semana de noviembre, Hochstein escuchó en la Presidencia del Consejo de Ministros, luego de una reunión en la que estuvo el premier Nayib Mikati, que Líbano e Israel no quieren agravar la situación. En realidad, el asesor del presidente Joe Biden ha hecho escala en su misión de alcanzar una tregua humanitaria de Israel en Gaza, bombardeada desde hace más de un mes, en respuesta al feroz asalto de los terroristas de Al-Qassam de Hamás. Hochstein informó que la intención de Estados Unidos es que la guerra no escale y se mantenga la paz en la frontera sur de Líbano ante la eventualidad de que pueda convertirse en un tercer frente para Israel.

El 3 de noviembre el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, pronunció un esperado discurso en el que señaló que “Estados Unidos es el principal responsable de la guerra en Gaza e Israel es simplemente su instrumento”. Fue escuchado por una multitud de seguidores que ondeaban banderas palestinas en la Plaza de los Mártires, en Beirut.

Cuando aún en el ambiente se escuchaban los ecos de ese discurso, la sociedad Statistics Lebanon Ltd dio a conocer una importante encuesta aplicada a la sociedad libanesa, la cual no es proclive a las mediciones. El resultado muestra que el 73.5% de los libaneses está en contra del ingreso de su país en la guerra, aun cuando su amenaza se proyecta en su frontera con Israel, según reveló Habib Habra, directivo de la empresa.

El grupo interrogado estuvo compuesto por personas con iguales características procedentes de diferentes regiones, considerando también la misma proporción de confesiones y de rasgos socioeconómicos, lo mismo que rangos de edad y de género. De esa proporción resulta importante señalar que el 100% de los drusos -otro de los pueblos con su propia religiosidad en el país- se pronuncian por no involucrarse en la guerra, de la misma forma como lo expresan los cristianos en un 97.1%. Con los musulmanes la proporción desciende pero comparten ese rechazo el 64% de los sunitas y el 59% de los chiitas. A la pregunta de si consideran que Hezbolá quiere participar desde los territorios que controla, la respuesta afirmativa fue del 69.5%, compuesto el 76.8% por cristianos, el 71.2% por sunitas, el 65% por chiitas y el 41.7% por los drusos. Y el 29% expresó su negativa.

Una pregunta más difícil es la que busca responder si ante el hecho de que Hamás desencadenó la guerra y tomó de escudo a civiles, Israel tiene el derecho de reaccionar de la forma que considere adecuada. El 74% respondió negativamente, entre los cuales el 100% son drusos, el 93.3% son chiitas, el 69.5% sunitas y el 56.5% cristianos. Apenas el 24% tuvo una respuesta afirmativa.

También se preguntó si consideraban que Hamás alcanzó una victoria que Palestina no había logrado en mucho tiempo: 78% estuvo de acuerdo con esa idea, de los que el 91.7% eran chiitas, 91.7% drusos, 88.1% sunitas y 56.5% cristianos.

Con una visión hacia lo externo, se cuestionó a los entrevistados sobre los actores involucrados fuera de la región. El 55% consideró que la guerra que se desarrolla actualmente no es entre Hamás e Israel sino entre Irán y Estados Unidos; de ellos, el 83.3% fue de los drusos, el 79.7% de los cristianos, el 45.8% de sunitas y el 30% de chiitas.

Ante la pregunta sobre si la guerra desembocará en un tratado de paz con Israel, la respuesta del 73.5% fue negativa, de los que el 91.7% son chiitas, el 86.7% drusos, el 83% sunitas y el 50% cristianos.

Es importante este instrumento debido a que expresa con claridad el deseo de la población libanesa de no involucrarse en la guerra porque conocen y viven la situación actual de su país, y no están dispuestos a otra injerencia de Israel que, en ocasiones anteriores, ha tenido resultados muy negativos para su nación. Y quizá lo más importante es que el Partido de Dios no cuenta con las simpatías de la mayoría y apenas algunos de sus correligionarios están de acuerdo, alejándose de ese sentimiento los cristianos y, más definitivamente los drusos, quienes no muestran ninguna empatía con los actores involucrados en la guerra, declarándose absolutamente neutrales.

Ante los constantes lanzamientos de cohetes desde el sur de Líbano, el Ejército israelí responde con misiles, provocando el desplazamiento de más de 20 mil personas del sur de Líbano y la muerte de 85 combatientes de Hezbolá. Por lo que concierne a los israelíes, más de 100 mil han desplazados de los poblados fronterizos y ha muerto una decena, con todas las implicaciones que pueda tener. El presidente Isaac Herzog de Israel ha reaccionado: “Si Hezbolá nos lleva a una guerra, queda claro que Líbano pagará el precio” (Reuters, 24 de octubre).

Por su parte, el primer ministro Benjamín Netanyahu expresó sobre la actividad de Hezbolá: “Cometerá el peor error de su vida y echará de menos lo que pasó en la guerra del 2006”, cuando en 33 días de guerra murieron mil 300 libaneses y 165 israelíes, además de que gran parte de la infraestructura del país fue destruida. Al parecer el Partido de Dios sólo mantiene un eje de resistencia sin la intención de ir más allá, tomando riesgos mayores.

Sin duda la mayoría de los libaneses no quieren la guerra, como queda claro en la encuesta, aun con las naturales diferencias entre las distintas comunidades religiosas. Ni siquiera entre los chiitas se muestra cercanía sobre las decisiones de Hezbolá. De donde se desprende la falsedad de una amenaza como la que por sus acciones deberá pagar Líbano, como sucedió en la guerra de 2006.

Por lo demás, si se considera la eventualidad de una escalada, el país no está en capacidad de resistirla, la situación de los hospitales es precaria, y notable la ausencia de médicos, debido a la partida de muchos al extranjero, según reconoce el diputado Bilal Abdallah del Partido Socialista Progresista del Chouf y presidente de la Comisión Parlamentaria de Salud. Él mismo señaló el 26 de octubre que en su región, de los 90 médicos capacitados para urgencias, sólo hay 30 activos y no hay enfermeros.

El eje de resistencia que mantiene Hezbolá tiene un riesgo enorme dadas las condiciones de la escalada militar de Israel en Gaza, pero los libaneses no se sienten vinculados ni quieren una guerra.

Publicado en Proceso, el 3 de diciembre de 2023

Administrador

Seminario Universitario de Culturas del Medio Oriente Universidad Nacional Autónoma de México