La guerra de Estados Unidos y el último rey de Irak

La guerra de Estados Unidos y el último rey de Irak

Carlos Martínez Assad

El 11 de septiembre de hace 21 años el infierno cayó para demostrar que ningún país es invulnerable, así se tratara de la nación más poderosa del mundo. La arrogancia de Estados Unidos lo llevó a emprender en respuesta la venganza: bombardeó primero Afganistán, hizo una guerra despiadada contra Irak, siguió con Libia, luego Siria y hasta Yemen con el supuesto propósito de acabar con el terrorismo.

Al calor de los acontecimientos, lo que se representó con el derribamiento de las Torres Gemelas y la muerte de miles de personas, justificó las acciones y los discursos estadunidenses, sobresaliendo la mentira en el caso de las armas de destrucción masiva en posesión de lrak. La guerra emprendida, sin embargo, excluyó a Arabia Saudita, algo extraño porque fue el país de procedencia de quienes sembraron la destrucción aquel aciago día.

Durante los 20 años transcurridos, el costo de esa guerra ha sido el exagerado número de 900 mil muertos, principalmente iraquíes. También arrojó 37 millones de desplazados. Y, según el Instituto Watson de la Universidad Brown, fallecieron 14 mil 874 soldados de los países aliados, 300 mil combatientes enemigos, así como 8 mil contratistas privados de seguridad estadunidenses, 892 trabajadores de la ONU y 680 periodistas. A ese saldo humanitario, se agrega el costo de 8 billones de dólares.

Los tambores de guerra también batieron en contra de los musulmanes y una nueva configuración de radicalismo religioso se fue imponiendo. Lo sufrieron residentes de más de tres generaciones en los países de Europa y Estados Unidos. Mujeres que huían de la violencia en lrak o Siria enfrentaron acoso, explotación y abusos sexuales en su intento por alejarse de la guerra que arrasó con sus ciudades, sus hogares y acabó con sus seres queridos. Miles murieron ahogados en el mar Mediterráneo. La organización humanitaria Amnistía Internacional documentó los sufrimientos de los refugiados, sobre todo de las menores asediadas durante todas las etapas de su viaje, en particular las de aquellas mujeres que viajaban solas, sin un hombre que las protegiera.

La crisis de refugiados provocó problemas de todo tipo en los países árabes que, a pesar de que enfrentaban dificultades, recibieron a millones de refugiados. Lo mismo sucedió con Turquía y con países europeos, como Alemania, Francia, Dinamarca y España, generando fuertes tensiones políticas y crisis en sus gobiernos donde se debatían posiciones ideológicas de todo tipo. Fueron otros muchos los problemas que a lo largo de estos 20 años surgieron. El del radicalismo islámico fue particularmente dañino por la cauda de destrucción que trajo en los mismos países de procedencia. Su radicalismo alcanzó gran destrucción por parte del llamado Estado Islámico que generó despiadadas formas de terror no imaginadas.

Pero ¿qué ha sucedido en los países que fueron el blanco preciso de Estados Unidos? Puede adelantarse que ninguno ha alcanzado la tranquilidad ni una mejor situación respecto de la que se encontraban. En Irak ha resultado particularmente desastrosa, sin lograrse recuperar económicamente y sin el equilibrio político prometido por medio de la democracia, bandera de Estados Unidos y otros países, que no ha sido favorable para sociedades acostumbradas a formas de gobierno más próximas con su cultura que desde Occidente resultan poco comprensibles.

Apenas hace unas semanas una de las crisis -frecuentes en esos países con tantas debilidades institucionales- estuvo a punto de iniciar una guerra civil en Irak, cuyo peligro no está completamente conjurado. Se dio cuando, ante la dificultad de configurar un gobierno, el influyente Muqtada al-Sadr anunció por undécima ocasión su retiro del juego político. Para apoyarlo, sus seguidores asaltaron el 20 de agosto la zona verte de Bagdad, dejando un saldo de 30 muertos y más de 500 heridos.

La división entre los chiitas es la causa de confrontaciones que vienen dándose desde 2020 como una clara amenaza para la paz. El cuadro de la coordinación chiita cercana a Irán se enfrenta a las milicias de Muqtada, el líder más popular y opositor histórico de la ocupación estadunidense como distante de la República Islámica y, además, se le considera promotor del nacionalismo. El primero se agrupa en tomo a la coalición del antiguo primer ministro Nouri el-Maliki -enemigo de Sadr-, en alianza con la coalición militar de Hached al-Chaabi, desde tiempo atrás ligada a Irán.

Muqtada prometió a sus correligionarios formar un gobierno de mayoría rompiendo el consenso que había prevalecido y enviando a los rivales a sumarse a la oposición. Pero fracasó su maniobra para desestabilizar a sus aliados, notablemente el KDP kurdo, que controla una de las cuatro partes del Kurdistán, cuya región ha combatido constantemente con cohetes e incluso asesinatos atribuidos a los comandos saderistas.

Aunque Muqtada pidió a sus correligionarios que se tranquilizaran, las tensiones han continuado, amenazando la paz que dice buscar. Pese a todo, su liderazgo se mantiene porque en esos países las genealogías de herencia tribal son muy importantes, como es su caso. Aunque no ostenta un alto cargo religioso, es hijo del gran ayatola chiita Mohammad Mohammad Sadeq al-Sadr, y yerno del ayatola Muhammad Baquir-al Sadr, y es asimismo nieto de Ismail as-Sadr.

Su padre fue muy respetado. Murió asesinado en tiempos de Saddam Hussein. Las autoridades iraquíes asesinaron a su suegro. Muqtada era primo de Musa Sadr, el popular iraní-libanés fundador del movimiento Amal. Además ganó popularidad con la invasión de Estados Unidos a Irak, cuando insistió en crear una democracia islámica, llegando incluso a llamar a un barrio de la ciudad de Bagdad como Sadr City en lugar del nombre formal de Sadam City. Allí tuvo lugar una de las batallas más cruentas entre sus miles de partidarios que se llamaron Jaysh al-Mahdi, simbólico nombre de la rama chiita del islam, que cree que cuando ese duodécimo imán aparezca será algo así como el mesías que traerá consigo el fin de los tiempos. El famoso lugar de peregrinaje Kerbala, un sitio santo del islam en Irak, le relaciona también con los peregrinos que llegan desde lrán.

El movimiento sadrista, que ha tenido enfrentamientos constantes con las fuerzas de la coalición encabezada por Estados Unidos, cuenta con el prestigio de su nombre porque la familia Sadr, con presencia también en otros países de la región, está encabezada por los señores Sayyid, es decir quienes son identificados como descendientes del profeta Mahoma. Por eso han llamado a Muqtada el último rey de Irak.

Publicado en Revista Proceso, núm. 2394, el 18 de septiembre de 2022

Administrador

Seminario Universitario de Culturas del Medio Oriente Universidad Nacional Autónoma de México