Esther Shabot Askenazi
Mujeres por la Paz se fundó hace tres años y cuenta actualmente con 24 mil personas afiliadas, tanto israelíes como palestinas.
Columna de opinión publicada en Excélsior el 15 de octubre de 2017
Esa táctica ha permitido que mujeres de ideas políticas y religiosas distintas, israelíes judías y árabes, lo mismo que palestinas, se unan en un clamor común. A pesar de sus identidades y condiciones dispares han encontrado en esa demanda concreta, el nexo de unión que las ha movilizado ya por tercer año consecutivo para reclamar por la parálisis política dominante que no promete más que nuevos estallidos de violencia con su cuota macabra de víctimas.
En el acto de clausura en Jerusalén tomó la palabra un simpatizante de la organización, el exdiputado israelí de origen druso, Shakib Shanan, cuyo hijo, Kamil, fue víctima mortal de un acto terrorista en el Monte del Templo hace tres meses. Textualmente dijo: “Aunque mi corazón está sangrando, estoy aquí con ustedes esta noche. Con la convicción y la fe de que sólo la paz y el amor deben conectarnos. Hemos sufrido tanto, familias palestinas y familias israelíes han perdido a sus seres queridos y han quedado con una herida que no sana. Vine aquí a decir, ¡queremos vivir!… En el nombre de la gran audiencia que está aquí y de cientos de miles de israelíes, les digo a Mahmoud Abbas y a Benjamín Netanyahu: ¡basta, siéntense ya, siéntense ya! Queremos paz. Escuchen nuestro clamor que viene del corazón. Escuchen los reclamos de verdad y justicia… desde este lugar de donde emerge la esperanza…”.
El que a lo largo de los últimos años hayan proliferado iniciativas parecidas a la arriba descrita sin resultados tangibles tiende, sin duda, a generar escepticismo acerca de su utilidad. No es extraño así que el desencanto triunfe con mucha frecuencia. Sin embargo, nada es para siempre, y si el contexto local o la geopolítica internacional propician una posibilidad de cambio que destrabe la situación, todas esas iniciativas—como la de Mujeres por la Paz— que en su momento se percibieron como ingenuas o irrelevantes, constituirán, sin duda, los cimientos necesarios para construir un futuro más justo y libre de la sombra de la guerra.
*Esther Shabot Askenazi es licenciada en Sociología de la UNAM (1980, México), con estudios de maestría en Sociología en la UNAM y con especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana (1982-1985). Forma parte del Consejo Asesor del Seminario Universitario de Culturas del Medio Oriente.